¡Culebrillas,
pesacantos, habichuelas y garbanzos! – diría mi papá (RIP)
esta
tarde de noviembre 22/11/2021…
Hay
tormenta con rayos y centellas en el cielo, sin demasiado estruendo.
Parece
que el tiempo está ruidoso como en muchas épocas del año,
propias
de las transiciones, y ahora estamos en el portal de salida que
nos llevará a la estación del invierno
en nuestro hemisferio Norte.
Luego, al rato: “Fuese y no hubo nada”…
Quedó el llanto como de un Adagio hermoso
de Albinoni.
Nos deja enotoñados, pisando una
alfombra de hoyas color de Sol y sin cielo azul.
Creemos que tras ese gris de plomo hay zafiro
radiante, sin pensarlo.
Este otoño caen las hojas nuevamente
como si fuera la primera vez.
Con el mismo estilo: Esa desidia con la
que se desprenden de la rama del árbol,
como si se les resbalara la cuerda de los
dedos, inexistentes, de su mano, y
quedan en el suelo sueltas, sin acomodo
fijo, a veces, como gatos que buscan acurrucarse
para ir a dormir.
Se les ve satisfechas por su labor.
Felices y como deseosas de descanso.
Tan sabias que no se preguntan nada
porque saben que
Sin nada que saber, viven el ciclo de la
vida con dulzura.
Saben, eso sí, que hay mucho amor en la
vida
en cada una de sus manifestaciones,
porque todo es una rueda infinita como
la noria de cangilones
que hacía aforar el agua de un pozo con
brocal para llenar la alberca
que por las regueras llevaba el agua a
cada rincón de la huerta.
Un trocito de infancia en esos veranos
de mucho antes
de toda esta peligrosa deshumanización
que nos asola…y sabemos:
que somos como las hojas.
Y, casi siempre, sin su sagrada
sabiduría…
Porque a nosotros se nos caen algunas
lágrimas
Según somos conscientes de nuestro
otoño.
Ese entonces, que ya no existe, ni volverá nunca, excepto que no se haya ido
y "entonces" permanezca en el presente continuo del no-tiempo en el que transcurrimos.
Como el agua sacada de la noria y que se vierte en las acequias; penetra en la tierra y...
vuelve al pozo, o se convierte en frutos o madera y otra parte,
viaja al cielo a llenar nubes con su algodón viajero...que,
en cualquier descuido se vuelve un chaparrón enorme o un galayo* o un aguacero,
vaya usted a saber, hasta por efectos del frio, se convierte en nieve o en granizo y
termina por los suelos como ahora las hojas haciéndonos que cantemos por navidad;
o en las montañas como un manto brillante que nos abrasa los ojos y nos hiela los pies.
De todo esto, hay gente que ha escrito mucho y con mucho tino, llenando las páginas
de muchos cuentos infantiles con ilustraciones propias o de otros estilos novelescos
creando ambientes propios para el misterio y el susto.
Realmente somos agua más que nada, mientras nos tenemos en pie.
© GatoFénix
* Galayo: Véase https://diccionariomonigon.bolgspot.com