© GatoFénix dibujado con Pixia
El fuego nos deslumbra en su esplendor.
enseguida nos hipnotiza.
Desde la llama de un mechero hasta una enorme hoguera
pasando por cabeza encapuchada de luz
de la nerviosa luz de una vela.
O la tímida luz de una cerilla...
a la que protegemos con el cuenco de la mano.
Todos somos fungibles pero no del todo
esa parte que nos es invisible no arde
porque en sí ya es parte del Fuego Sagrado
de la Divinidad.
Cuando oramos deberemos parecer,
a ojos sutiles, como pequeñas cerillitas titubeantes
consumiéndonos poco a poco
en ese esperar titubeante de acertar
una y otra vez y no apagarnos para siempre.
Orar es hablar con Dios, siempre.Pidiendo que no nos des-ampare.
algo así como dejarnos a oscuras
en alguna cueva o en alguna noche
sin luna, en medio del campo, perdidos.
Que en este tiempo, tan complicado, es más que el pan.
Hoy os paso con estas letras
la Obra de Cristo, porque es...
Esa Luz que no se apaga por mas que resoplen
los más "siniestros" vientos
que nos acometen.
© GatoFénix