La Obra del Cristo no es una doctrina más, ni una agrupación de seres con inquietudes
espirituales, sino la Realidad maravillosa que brindará, a todos los hombres del Mundo: Paz y
Armonía, espiritual y material.
No está destinada a traer a los hombres el Conocimiento de la
Realidad Espiritual de la Vida, sino el Conocimiento de que esa Realidad es
imprescindible dentro de la enorme Obra a realizar, para que el hombre despierte de su
letargo y comprenda la necesidad de preocuparse por su Progreso Espiritual, moral y físico, y
aprenda a vivir de acuerdo con la Voluntad del Padre.
Te ayuda a zambullirse en el mar del tiempo y encontrarse solo,
pero rodeado de sensaciones en la piel de todo tu cuerpo
como si el agua te engrosara el ser y fueses todo,
como un delfín incipiente, miedoso e inexperto
en ese medio turquesa tan bello, que nos rodea
cuando nos sentimos casi en el fondo,
que es el centro por cierto,
de una infinita esfera transparente
donde somos un punto,
justo en su corazón de ese todo,
como una chispita
de Dios.
Andar por ahí esos minutos que los pulmones nos permite estar
es como un suspiro,
tal vez una vida de las nuestras
enmarado
donde sientes lo efímero que es nuestro paso,
como encantados, de la sensación de sentirnos desnudos
pero ingrávidos, como si, por un poco, fuéramos
Ángeles,
ángeles de vibración baja y...
materiales.
Pero estamos siempre
en ese estado "de gracia" que es la soledad por inmersión.
Es, lo que llamamos historia, y que es tan difusa
como y tan evanescentes son los recuerdos.
Una niebla en la noche a la luz de las farolas,
con el suelo de charol,
y un vago olor a musgo
de cuando en cuando.
"Panta Rei"
dicho en este momento,
no al lado del curso de un río que es de lógica,
sino inmerso en el agua de una corriente de agua
dentro del mar.
Esa sensación de que, en la zambullida,
sientas ríos, que no ves y que la piel detecta
por movimiento y distintas temperaturas
que a veces te rodean las piernas
o te abrazan el torso o te besan deslizantes tu rostro.