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05 marzo 2022

161 - Abrazos: La trenza de la vida.

  







Abrazos: la trenza de la vida.
Publicado el 09-10-2011 17:59

Como Ida y Pingala subiendo desde abajo,
Azul, rojo y blanco, entrelazados
vamos trepando por la maraña, clara y difusa,
cuando hace muchos meses de un abrazo.

Tiempo, amor y muerte…
olvido;
Recuerdo, soledad, calor…
cobijo;
Desamparo, frío, encuentro…
desencuentro;
Lío, confusión, memoria;
La cambiante corriente
de un río.

Tejer, unir trenzar, besar:
Oasis de recuerdos incompletos.
Rupturas y fracturas del curso;
Distancias que nos acompañan
Cada uno de nuestros días.

Volvemos al tiempo; al bálsamo del tiempo,
Verdadero suero de la verdad de las cosas.
Árnica del dolor incomprensible.
Cosas que supimos o sospechamos
Desde el primer instante que nos vimos,
Cuando creímos conocernos
En un flash de miradas.

Alguien se va dejando un hueco
Y después de llenarse de vacío,
algún tiempo,
cuando el cabo del frío lo rebasa,
alcanza luego el cabo de la muerte.

Y vuelve el tiempo a su lugar de origen.
Es una trenza, la vida, interesante.

Las miguitas del “cuento” sirven
de alimento a los tordos y jilgueros.
Si algunas quedan, nos llevan
al origen de las cosas: el niño.

Verdades como puños que no vemos
por la eterna proyección de uno mismo
que enturbia lo más obvio y evidente.

Que el alma rota de un infante,
tiene mala compostura; 
porque ese corazón maltrecho,
nunca entenderá el amor entre iguales.

El cabo de la muerte por el continuo
movimiento de unos invisibles dedos,
sube y baja como serpenteando
entre el amor y el tiempo.

El cabo del amor,
amor al cabo, abraza toda curva
que encuentre a su paso.

El cabo del tiempo une y separa.
El amor y la muerte avanzando
mientras alguna traza quede por unir.

Finalmente un lazo: porque si nos fijamos,
todo termina en un lazo.

- Ahora a una lazada, de cinta de un color,
le llaman lazo –
Pero un verdadero lazo…
un lazo verdaderamente humano, es un abrazo.

Un abrazo en el que el corazón
se sale por los brazos y palpita
en las palmas de las manos.
Nos salimos en caricias por las yemas de los dedos.
Y vale un solo abrazo para decir: te quiero.

Hay abrazos de cortesía;
ósculos de la paz; otros abrazos
de gente desalmada para sellar felonías.

Algunos, abrazos descarnados, llenos de pantomima,
no son sino abrazos de despedida.

Nos dice mucho un abrazo:
soltamos; Miramos para abajo
y despistamos como podemos y sabemos;
tal vez la mueca de una sonrisa,
sin mirar la niña de los ojos.

Cae el telón.
Fin de la farsa.

Después del abrazo sabemos
la clase de despedida: un hasta siempre;
un, no puede ser…
o el anuncio de una muerte definitiva.

Lo sabemos entonces.
No habrá más palabras.
Se nos revela que nunca hubo el amor necesario,
requisito imprescindible,
para poder comunicar nada.
Se terminó una farsa más.
Un nuevo aprendizaje,
una herida que el tiempo convierte en cicatriz,
dejando alma y corazón…
como la superficie blanca de la luna.

© GatoFénix



160 - Carnaval 2012: Recuerdos y enredos

 


Fotografías de Munera (Albacete)




GatoFénix - Carnaval 2012: recuerdos y enredos.
Publicado el 20-02-2012 07:44

Hubo un antes de ahora.
Hoy aparece en el cajón virtual de mi ordenador
un recorte de tiempo hecho color y alegría.
Era un cartel en su día, que anunciaba el carnaval.
Cierto que hace años
lo dice el formato.
Impresoras incipientes,
mucho grano,
De Luxe Paint II,
un hito entonces en diseño a color
¡ciento setenta y cinco ppp!
Y sólo fue ayer, como quien dice,
el paso del tiempo en las cosas del software.
Sin embargo, ese paso del tiempo
no ha restado una pizca de la frescura
que comunica.
Alegría y amargura
confeti, serpentina
luz y sombra
bailes, risas,
conejos y damas,
Houdini y Bogart.

Un velo de luto me envuelve estas fechas.
Mi madre culpaba a estos bailes,
al sudor y la fiesta,
al frío en Motilla
y a la pulmonía que en una semana
acabó con mi abuela.
Se fue de baile disfrazada enamorada
para sorprender a mi abuelo.
Y se enfrió o lo que fuera.
Mi madre no olvidó que por estas fechas
se quedó sin madre.
Por estas fechas,
dejó de ser niña y pasó a ser adulta,
aquella cuaresma con cuatro años.

Al poco, se caso de nuevo mi abuelo,
y lo perdió de padre, para siempre.
De su nueva madre no hablaba...

Era un Carnaval cualquiera por el veintiséis
que acabó con crespón negro.
Un carnaval cualquiera, de los de antes.
A diez años de la guerra, premonición de muerte,
la guerra civil de España del treinta y seis.
Guerra, que en estos últimos años,
fue traída y llevada por gentes sin hiel.

¡Que hasta la sangre utilizan
como cortina de humo para tapar sus felonías!

Será por eso, por lo que vivió mi madre,
por lo que nunca me ha interesado demasiado el Carnaval.
Pero... he pasado por pueblos con gran tradición.
De todos, recuerdo Munera,
pueblo de Albacete, cerca de El Bonillo.

Allí encontré un Carnaval que era una gran fiesta.
Lo recuerdo todo aquello como un sueño:
el tabaco, el anís del mono,
el coñac, el ponche, los *mantecaos,
el olor de la carne perlada y los calores del gentío.

Empezabas bailando con una moza,
que te había sacado ella,
y en una pieza habías cambiado
cuatro o cinco veces de pareja,
sin salir de tu asombro.
Pasodobles, boleros, la raspa,
cualquier cosa que tocara al orquesta.
Todo era dejarse llevar.
Eras un pelele más, como un juguete de trapo.
Mejor no pensar y disfrutar de todo.
Era una verdadera fiesta.
Nunca había visto, ni vivido aquello
y nunca lo he vuelto a vivir, de esa forma.

Todavía sonrío al recordar...

Me gustaría que todo siguiera igual:
gentes que se cambiaban dos y tres veces de disfraz
en el día;
anécdotas con "la experta",
que era mujer mayor, y ya podréis imaginar...
Unas risas;
unas miradas y unas complicidades
que tan pronto te hacían espectador como
protagonista en un enredo chusco.
¡Qué gente más sana y más alegre!

Os contaría más, pero queda tan lejos
que pudiera equivocarme en cosas
y no sabría daros todo el encanto que viví ese año.
Todos andaban, durante una semana, perdidos
como la 10-11 en un taller mecánico.
Me redimieron de mi tristeza y se lo agradezco.
Entendí que el Carnaval te puede matar
de mil maneras, o más.

Espero que el desembarco de la modernidad
que nos ha aquejado estos veinte años
no lo hayan reventado todo con unas carrozas de purpurina
y unos pasacalles que no van a ninguna parte.

Las calles: para ir de un sitio a otro y punto.
Las comparsas: para escabullirse.
Justo lo contrario del Gran Hermano ese.

Todo era entonces más económico y más entretenido.
Espero que todavía siga así.


© GatoFénix (Recordando a sus amigos Sebastián y Carmelo)

159 - Envuelto en aires otoñales.








 © GatoFénix - Envuelto en aires otoñales 
(08-10-2010)

Envuelto en aires de poniente,
como en volandas,
anduve buscando el otoño
pero, los "grandes almacenes" de Gaia,
ya estaban de inventario.
Algunas etiquetas amarillas,
al llegar a Cuenca,
en las alturas de los chopos
de la ribera derecha del Júcar.
Hasta allí...
un entrar en los pensamientos
para viajar sobre un sueño,
increíble pero cierto,
que es mi moto.
Me gustaría , pero no puedo
contagiarte mejor la sensación de ser,
de sentir y volar en un túnel
como encapsulado,
totalmente despierto,
con cara feliz de bobo.
Escaneando con los ojos cada instante,
escrutando el horizonte que me llega
y percibiéndolo todo...
viniendo o yéndose
a gran velocidad.

Con su mejor azul zafiro radiante, el cielo
tuvo, colgadas, todo el viaje,
varios trenes de nubes,
nubes de algodón por cierto,
nácar y cielo,
superpuestas 3D en vivo,
moviéndose hacia el Norte,
parsimoniosamente, en apariencia,
- que luego vete tú a saber.

Las lindes están cubiertas de los,
hasta hace poco,
erguidos girasoles y que ahora
son siervos de cabeza gacha,
a nuestro paso, como en el cuento
de "El gato con botas",
mientras transita las tierras
del inventado Marqués de Carabás,
- que no hubo gato heredado más rentable
en la historia de las historias.

Así, calzado con "las botas de siete leguas"
he llegado hasta el Puente de San Antón
y he vuelto a casa pensando:
A veces la vida es como si no pasara
y todo, en tu otoño, pasa ya demasiado deprisa.

© GatoFénix

Puente de San Antón


Ribera del río Júcar

158 - Ancianidad y muerte: entre dos músicas.


Entre dos músicas muy significativas, y muy oportunas,
intercalo mi escrito.
Abriendo como un rendija, dejo entreverlo.
Son, cosas propias de este cuerpo mortal, 
que por un tiempo, nos contiene.
En la primera jamba de esta ventana, Serrat,
que ahora en estos días, si se escucha, verá que se quedó corto
y que las realidades vividas en estos últimos años,
sin dar detalles, ha rebasado sus palabras y 
concluirá, que es una pena tanta crueldad.
Tanta, que resulta "inhumana".
Una crueldad nutrida de adoctrinamientos
y argumentarios en el plasma que han modelado 
los pensamientos y las conductas
sobre el endiosamiento del cuerpo
que es , al fin y al cabo, un gran negocio,
reventando desde dentro una suciedad (perdón) 
quise decir: sociedad.
La granja humana, les es muy rentable.
Dice, Joan Manuel, que somos de usar y tirar,
y eso es lo aprendido, con un detalle más,
mientras se tira "el deshecho": 
se desprecia; se margina;
se ridiculiza; se denigra hasta tu aniquilación.
En el segundo postigo de este ventanuco,
un tango, que habla de una madre, que viejita,
le cambian la vida de sus hijos por medallas y honores.
Al medallas no abrazan, no nutren, no sirven
para remendar un corazón devastado por la perdida
de los hijos de sus entrañas.
Y ella queda destrozada y sola,
en esta vida, que ya no es sino un "no entender"
hasta la locura, 
si no se enfoca en el Padre Madre Dios.
Dios, que en esta sociedad, 
como si fuera un cuento de ancianos,
han vejado ridiculizado y finalmente sustituido
por los ídolos de ingeniería quirúrgica, química, 
farmacéutica y alimentaria...
y, claro,... del televisor o la Gran Pantalla
.


Con todo cariño para mis lectores de cualquier parte del mundo.
© GatoFénix

 

Parece que interesa.

355 - El que tenga ojos para ver... "Auroras Boreales Realmente".

  S. Mateo 13:9-16 RVR1960 El que tiene oídos para oír, oiga. Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas ...