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21 diciembre 2021

44 - "Un... no saber"

 


“Estar en…Un no saber”
 ¿Sabéis de esto que notas
que una palabra indica
que estás fuera
del Corazón de otro?

 

Pues eso:
Un “no saber
dónde meterte…
invade tu cuerpo”.

 

¿Sabéis de esto que notas…
que una mirada dice
que te ha sacado
de la niña de sus ojos?
Pues eso:
Un no saber
dónde encogerte
te llena el alma
yerta.
Sabéis, seguro que sabéis,
que “todo cambia y nada permanece”
pero… ¿a que hasta entonces
no lo sentíais de veras?
Es eso.
Sólo eso lo que hay;
lo que queda de lo que piensas
que había,
aunque;
las más de las veces
nunca hubo mucho más que eso,
en verdad.
Pues eso:
un no saber que habitas
entre creencias y fantasmas.
Un no saber,
al cabo,
dónde esconderte
plegado sobre ti mismo
en el inconmensurable espacio
de un Corazón
roto:
en el vacío.
¿A que lo sabéis?
Pues es una prueba. 
Una durísima prueba. 
No te culpes.
Un abrazo y mi bendición para ti.
Realmente: somos Uno con el Todo, aunque no lo creas.
Las Cosas son al margen de las creencias conscientes.
El inconsciente, a veces crea cosas que no creemos.
Por eso duele.
 Duele al Ego. Vaya si duele.
Lo sé...he renacido varias veces.
Un parto...duele mucho. 
 
© GatoFénix 
(Hoy día: "A toro pasado". Nunca mejor dicho "el dicho")


(Pensado en 24 abr. 2018)

Poniendo palabras a los que sienten o sintieron 
algo parecido y no quisieron,
o ni acertaron a escribir.
Con toda la comprensión y afecto 
de quien vivió esos desencuentros y
no supo contarlos; 
porque no había palabras 
en su diccionario de corazón,
pero... vinieron...
y me recompuse desde dentro. 
Tú puedes como yo.
¡Ánimo!

 

Salmos 73:21-26

Reina-Valera 1960

 21 Se llenó de amargura mi alma,
Y en mi Corazón sentía punzadas.

22 Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.

23 Con todo, yo siempre estuve contigo;
Me tomaste de la mano derecha.

24 Me has guiado según tu consejo,
Y después me recibirás en gloria.

25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.

26 Mi carne y mi Corazón desfallecen;
Mas la roca de mi Corazón y mi porción es Dios para siempre.

43-Huellas de gorriones sobre la arena








El primer poema de una pluma nueva.
 Al estrenar esta pluma
 me han crecido alas;
 alas marineras de una gaviota,
también de mariposa, alas.
Alas del viaje intemporal
 de un viejo navío.
Alas de un gusano transformado,
 en la noche oscura de la juventud;
 crisálida del miedo, del fuego y la torpeza.
 Alas, al caldero de la infancia
 donde se coció la cruda realidad
 de un tiempo macerado por la tristeza,
 la soledad, las neuras, el hambre
y la flaqueza.

Hoy renace, transmutado,
un ser, como en la mariposa,
 fruto de la metamorfosis consciente:
 único parto posible
 del hombre.
Hoy ha nacido de mi nueva pluma,
unidos el corazón y la cabeza,
este poema de gaviota marinera
con tanto mar dentro y tan adentro,
con tanto viaje en sus alas
 que no aprende a llegar
 nunca, a otra parte
 que al final de una hoja
blanca de papel de árbol.
 De alguno, tan generoso con nosotros,
que aprovechando un otoño,
 como el de esta tarde,
 se convirtió enteramente en hojas
 blancas, de papel, repletas
 del último sol y del primer rocío.

Así, de esta manera,
 la tinta azul real, que corre por mis venas,
 ha marcado en esta,
 también arena de la playa,
 las huellas de una bandada
de gorriones ribereños,
más de Sorolla que de Ribera, y
al fin,
al levantar el vuelo...
todo esto han dejado en el suelo.

Todavía no sé,
 si debidamente colocado
para nuestro entendimiento.

© GatoFénix
                                        (Iba a poner feliz, de ahí el borrón "lapsus calami" porque es la pura verdad)

14 de noviembre de 2008 en Meco, el punto de España más alejado del mar. Ya, pero eso es... para otro día, más adelante.


Hay tanta humildad y tanto amor en tus palabras
que haces brotar lágrimas
hasta de los ojos cansados y a la vez pétreos
de quien esto escribe.
Gracias, Jose Javier.
Y sigo...
Tus elogios JoseJavier,
son mucho mejor que las gaviotas.
Las letras
no son más que las huellas
de un gorrión solitario.
…Ellos no saben de gramática
pero lo cuentan todo
con sus pasitos.
Sólo bajan a la arena
para decirnos algo.
Después están volando
piando o en silencio y
cuando los ves tan juntos
flotando sin tocarse,
parecen una red
que quiera pescar el aire.

En la tierra hacen falta plumas
pesadas plumas como arados
para macar los surcos
de la mano del hombre, que
luego, se transforman en
mieses y ababoles.

Tu pluma es necesaria
igual que los gorriones
porque, si no, cómo conocerán las gentes,
si no lo escribe nadie,
cómo de bueno puede ser
el corazón de los hombres y
también de las mujeres.

A veces la besana no es
sino un extenso pentagrama,
en el que,
luego de posarse, los gorriones
brota la partitura que sólo ven los sabios
labriegos, los pastores y los niños…
hasta que, algún lebrel, con su ladrido,
les hace batir la salas y levantar el vuelo
sin un por qué, JoseJavier.

Así es tal como se escribió en su día, que de esto hace mucho; pero la memoria de algunas cosas perdura grabada en estos artilugios modernos que nada tienen de piedra ni de tinta.
Un abrazo
GatoFénix

42-Las dunas.



 


Las dunas

Si me hablaras esta noche,
como el que cuenta historias ya sabidas;
contadas tan cerca
que notas el aliento;
me dormiría.
Sería todo sueño,
y volvería en tu regazo
a la noche de la playa.
A aquella playa sin luna,
a aquella llena de barcas
sembradas en la arena,
entre los cepos,
recostadas
del lado del ramal
que las une al ancla.

Ya sé que el tiempo
es el viento que mueve las dunas,
poco a poco, y
rodando,
las crea en otro sitio:
en otro tiempo y en otro espacio.

Ya sé que los recuerdos
son la arena del reloj del tiempo.
arena que cambia de lugar
con la memoria de la forma.

Dunas que aparecen,
después de un largo viaje
por el tiempo, y
llegan a esta tarde recreando
nuestras formas como un surco de tierra,
surgido del deseo, el todo y el vacío,
girando sobre si, en el enredo del nosotros;
croquetas de las sobras del cocido de nuestra infancia,
antes de pasar por la fritura,
y el hambre del momento
como mejor ingrediente.

Si te encontrara
como el que encuentra
el dracma perdido...
te miraría.
Sólo te miraría
tratando de reconocerte
buscando
en la memoria de la arena
y el piélago bullente del recuerdo
esa peca en tu labio.

Sería todo un sueño
sacado de las dunas de una noche de verano.
Cuando el mar era negro
y sólo se oía, como un eco,
el ladrido de algún perro.

© GatoFénix
(Escrito el 7 de Mayo 2008)


Mariposa y una hoja.

41-Mi primera caída en moto. Aquel uno de diciembre.

 

Aquel uno de diciembre...(I) 


Hoy tengo la sensación
de haber redimido el día.
Porque, un 1 de diciembre, como hoy (cuando lo escribí),
salí de mañana en moto...
y volví, milagrosamente a casa.
 
Era novato y salía, por entonces,
con otros moteros para foguearme.
Ellos, pensaba yo, me harían compañía,
en esas rutas solitarias por carreteras,
de segunda, llenas de sorpresas tempraneras.
 
Era aquella de las primeras vueltas
en mi moto recién comprada a un colega,
y que luego iría dando sorpresas.
Todo por fiarme, como siempre
La moto, una R100RS de BMW, gris metalizado.
"La de los pucheros" para los amigos,
preciosa como ella sola, en su fealdad.
Como una mujer madura, cargada de pecho
y estrecha de atrás; entre serpiente y camaleón.
Me gustaba sobre todo el cintillo a mano, rojo y blanco,
de su  armonioso depósito entre mis piernas.
 
Fueron ochocientas mil pesetas, ahorradas una a una,
que me dieron “un algo sin precio” que me hubiera perdido
de no adquirirla y no sabría nada de este mundo fascinante.
 
Yo, con pantalón Bieffe de cuero casi rodillero,
hay que ver cuando uno empieza la de probaturas
hasta atinar y salir de ser “globero”, y la chupa, una cazadora
de cuero negra con dos líneas amarillas desde las hombreras
por todo el tríceps abajo hasta la muñeca pasando por el codo.
Ya ni me acordaba y ahora me estoy sonriendo al verla.
También, de segunda mano. El dueño había engordado,
yo entonces gastaba una M tirando a L como un figurín.
No sé si tengo alguna foto y si la tuviera el pudor
no me dejaría subirla....Furigam era la marca de ella
y llevaba a la espalda un felino tipo jaguar muy oportuno
y en el pecho otro clon pequeñito en un circulo.
Total, treintaisiete mil del ala, que ya era una pasta.
El "yelmo" de aqueste caballero era un BMW System II
que hizo su función como Dios manda.
 
La mañana de niebla alta y frío meón me envolvía
junto a mi tristeza cuando salí de casa obligándome.
Estaba efectivamente en horas bajas, tan triste
que casi no estaba en mi y ... como aturdido.
Pareciera que los planetas de mi carta
se hubieran confabulado contra mi
o tal vez, me preparasen una prueba.
 
Empecé la ruta sin ilusión, no diría que con miedo,
pero sí como apercibido y con recochura; diría
que como cuando llevas el hato pegado al cuerpo
como si cargases con un jergón de paja y envuelto
en una manta de mula con olor a polvo seco
caballeriza y heno tibios.
 
Más que una salida era un escaparse, como una huida capada;
una carrera corta de cabra montaraz atada a estaca
que la encabrita al límite de la cuerda y la tumba acencerrada.
 
Ellos empezaron a tirar, como era su costumbre,
porque era su ruta habitual desde hacía años y yo
casi me la encontraba de nuevas.
Yo iba el último, casi a su paso.
Me fueron pasando retozando y yo amarrado a aquel fierro
iba rebotando y saliendo como podía de cada situación.
La carretera, que nunca me gustó, era estrecha, de firme variado
y alternando zonas rectas con zonas de curvas entre arreates, majanos,
pedrizas, olivares, majuelos, carrascales y campos de liego.
La mañana olía dulce como a humo de encina o de sarmientos verdes.
Se llegó a la Ossa y de allí tomaron la de El Bonillo.
El paisaje era más abierto y más de monte bajo.
De ahí se gira a Viveros para llegar, en la carretera Albacete Jaén,
a El Jardín que era donde almorzaban.
 
El tramo estaba en obras, había trozos de nuevo asfalto rugoso
y tramos sin hacer y otros tan recién hechos que conservaban
la grava en las lindes con la tierra y los matojos.
Justo por ahí y en esas circunstancia se presenta una curva a izquierdas
y yo a más de lo que podía controlar, y en décimas de segundo
antes de tumbar y resbalar en la grava decidí
levantar la moto, clavar los hierros mientras hubiera asfalto y
luego más lento, salir por la tangente de la curva.
Me puse de pie en los estribos y bajaba bien el terraplén,
porque había un terraplén de un par de metros de talud,
pedregoso con hierbas de invierno y el suelo mojado,
hasta el final que se paró en seco abocicada en una acequia.
Salí por las orejas llevándome con el pecho el carenado
llegando a enderezar un par de tubos del calibre de mi dedo medio.
Volé unos metros y daría alguna vuelta de esas que hacen los acróbatas,
que ya serían cinco metros, al menos, hasta que tomé tierra,
con no sé qué parte del cuerpo incluyendo mi cabeza y quedando
postrado, hecho un reguño hacia la izquierda,
justo al lado de un pedrusco del tamaño de una silla baja de anea
sin respaldo. © GatoFénix (1a parte)

El hecho es que se clavó la rueda al final del terraplén
en una reguera o riachuelo;
volcó hacia la izquierda y yo salí despedido
hacia adelante rompiendo con el pecho en mi trayectoria
la cúpula del carenado.
Volé unos metros, tal vez cinco.
No sé con qué aterricé.
Recuerdo el olor y el tacto del suelo.
Sigue siendo blando, gredoso , gris y resbaladizo.
Miré al cielo.
Por un instante distinguí una luz intensa y difusa.
El cielo se hizo nácar y no sentí nada.
Tampoco sé cuánto tiempo después;
Instantes, segundos, minutos…no sé
enfoqué el circulo donde se ocultaba el Sol
tras una espesa capa de tul blanco satén
que antes fuera niebla y que hasta sudario
hubiera podido ser aquella mañana.
 
Me incorporé.
A mi izquierda, como a medio metro,
la piedra cuadrangular que dije.
Era un pódium vacío, de uno sólo
el vencedor caído a su vera
era una paradoja fangosa.
La sensación es que estaba entero.
La pantalla manchada de barro,
arriba a la izquierda.
El frontal había impactado en el suelo
de tal forma, que la bisagra de las gafas
habían golpeado el centro de mi ojo izquierdo.
Luego apareció un hematoma como una lenteja
pero veía bien.
Entonces llegaron mis compañeros.
Me ayudaron a levantar la moto,
roto el carenado y enfangada,
y también a subirla a la carretera.
 
La palanca de cambios estaba partida por la mitad.
Arrancamos, engranada la segunda con la mano
Y así hasta ciento cincuenta kilómetros
hasta mi casa, sin poder cambiar de marcha.
 
Gracias a Dios, sólo hubo daños materiales:
Un carenado nuevo; la maneta izquierda,
la palanca de cambio
y el depósito de gasolina abollado. 
 
Personalmente, sólo fui al oculista.
Dijo que había habido suerte,
que no había daños y que se absorbería
el hematoma..
Al día siguiente de aquello era lunes.
Fui a dar clase como de costumbre, aunque,
casi no podía respirar.
 Tenía el pecho como el peto de un romano.
Y hasta hace unos años, al apretar mi esternón,
Sonaba un clic como de que algo
andaba suelto en las costillas flotantes.
Aquel dolor en el pecho
Me duró un mes; la tristeza, años
Y el recuerdo, hasta hoy tal como os digo.
 
Aprendí muchas cosas ese día.
Y creo que desde entonces me quiero más
tal como soy o como he venido a ser poco a poco.
Me agradezco, cada día, haber tenido el valor de levantarme
y seguir adelante como un juguete roto
sobre otro juguete roto.
Desde entonces, somos la moto y yo una alianza.
Cómplices ambos en la tarea de navegar
el tiempo y el mundo.
Hasta que Dios quiera.
 
© GatoFénix

Parece que interesa.

355 - El que tenga ojos para ver... "Auroras Boreales Realmente".

  S. Mateo 13:9-16 RVR1960 El que tiene oídos para oír, oiga. Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas ...