Publicado el 22-11-2014 21:48
La lluvia de hoy es un murmullo adormeciente;
diría que tan murmulleante que me entristece la espalda,
donde el corazón afectivo del abrazo.
Allí donde posa el amigo o la amiga su mano al consolarte.
Las gotas parece que arañan sin uñas el cristal de la buhardilla;
aquí, tan cerca del tejado sientes como un pájaro,
en la inclemencia del tiempo,
junto al nido - respirando y mirando el brillo del agua.
Tiempo de setas en el campo, de hojarascas deslustradas
convertidas en bolo alimenticio de la madre Tierra.
Pasa un avión con su estruendo y hasta en eso,
su sonido siempre ronco, ahora parece un desgarro
del cielo encapotado.
Se pausa el tiempo dentro de nosotros mientras
buscamos el cobijo en las mañanas solitarias de la casa vacía
de un jubilado.
Arriba, como un vigía de carabela varada, no tengo horizonte.
Mis ojos buscan en la apantalla virtual pero tropiezan con el plasma.
Un plasma de esta época tan alejada de mi, incluso del nosotros;
ese nosotros que se desmorona como los terrones que deja el arado
al abrir, el surco del tiempo, mientras peina la besana, como un libro.
Cesa el sonido de la lluvia y todo vuelve a la calma.
Suenan mis oídos como cuando estoy en silencio meditando.
Lo veo como una espiral siguiendo el esquema del número áureo.
La espiral de las cosas que surgen de un punto y avanzan
con las matemáticas de sus genes como la danza de un derviche en trance.
Vuelve a repiquetear el cristal haciéndome una llamada tras la pausa.
- "Estoy aquí. No me he marchado.
Ya he dejado limpio y brillante tu caparazón o tu concha de caracol o galápago"
Y dejo de teclear...
buscando dentro de mi alguna palabra
que os pueda conectar con mi estado; nada.
Sólo me zarandea la música del Hombre del piano
y asoma una lágrima.
Sólo hay paz, una vez aliviadas las tensiones.
Tristeza, tal vez, porque veo deshacerse nuestro terruño.
Casi no sé si es sólo mi terruño y no es el vuestro.
Hay enanos de manos gigantes y atlantes con mandil
que nos están castigando por ser quienes somos.
Es una guerra eterna del Mal contra el hombre.
Pero hay paz dentro de mi.
Una paz que brota de la impotencia y de la no acción voluntaria.
Sé que no tengo sitio en este Nuevo Orden, tan antiguo él...
tanto, que, desde el conocimiento veo, en el principio,
que nacimos juntos.
Sólo queda rezar.
Los jinetes del Apocalipsis están en los "cajones de salida".
Y delante, va una mula, como en las corridas pidiendo las llaves,
Mula que debe ser, la mula del Apocalipsis, que yo, hasta ahora
no había encontrado en ningún escrito.
A veces, sí, pegada en la trasera de coches, con la Penélope al otro lado.
Bueno, ahora que recuerdo, ya salió un Cobi
por los Juegos Olímpicos del 88...
y entonces intuí que podría ser el principio de una hecatombe
que nos eliminará de este plano.
Ahora quiere salir el Sol. (Sonrío)
Vuelve el sonido de un avión comercial a peinarme.
Y todo visto desde arriba debe ser como un Belén sin Jesús,
lleno de Herodes y Herodías y muchos pifiándola;
y todavía desde más arriba: un hormiguero.
Supongo.
© GatoFénix