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05 abril 2024

381 -Dejar algo escrito: una semilla.










 Dejar algo escrito, en un lugar inexistente (virtual) donde
 no sabes ni adónde, ni cuándo, ni a quién...
se convierte en una semilla, como lo es el grano de mostaza
que Jesús el Cristo refirió en su Parábola
( Mateo 13,31 -35)
Algo insignificante que: el tiempo, el acomodo en la tierra,
el agua y el propio cobijo en uno mismo...
lo convierte en algo grande, hermoso y útil;
Dónde pueden anidar o guarecerse pajarillos,
como los que se acercan a mi ventana
a comer migas de pan o granos de arroz.
Son tiempos, estos últimos, los  de fabricar esas semillas...
y ...sembrarlas.
Han de ser éstas: sencillas semillas de Vida Eterna.
Siempre la clave es el amor donde surgen.

La figura del sembrador que veía cuando era niño...
ya no existe sino en el recuerdo.
Era un hombre que caminaba sobre los surcos
y lanzaba a voleo, los puñados de simientes.
Eran granos de trigo, y que por estos días
ya se habían hecho medianos y, este año,
adelantándose a su tiempo, ya se ven,
 salpicados de amapolas.

También en las laderas, en los arreates y acequias...
así como en el campo "liego" todo está tapizado de flores
y más, en las laderas o ribazos: 
Diente de león, simultaneando
su flor amarilla y ese bonito pompón que se desbarata al soplar,
y salen volando las semillas en unos elegantes paragüitas.

En ese momento te achicas y vuelas con ellos...
en el tiempo.
Y sientes tu ser de niño con una sonrisa silenciosa...
esa que te deja cara de bobo...
y casi se te olvida, inhalar.
Ahí, ahíto, no sientes lu cuerpo y viajas...
a merced del viento/tiempo
según cae la tarde,
ocultando el Sol entre nubes de gasa...
Dejándote así mirarlo de frente y sintiendo
como un halo en su entorno de azul turquí.

Unos metros atrás quedaron unas madrigueras
con un gazapo en la puerta como si se hubiera asomado
a saludarnos, para luego desaparecer bajo la "tosca"
que es el techo de su "urbanización".
El campo huele rico.
Huele a humedad y a verdor casi dulce.
Y todo queda lejos....
y nosotros también nos diluimos en el tiempo.

Sólo encontramos algunos paseantes solitarios
y otros paseando a sus perros, que más bien,
son los perros los que los pasean a ellos,
haciéndoles un inmenso favor: 
MOstrandoles lo que es y abandonando,
por un espacio, lo que es apariencia y engaño.

El reloj del Sol nos marca la vuelta.
Casi ha caído bajo los sembrados...
Y al poco la esfera luminosa desaparece en poniente,
dejando esa penumbra amable, tal vez triste...
en la que desaparecen las sombras.
Y solo somos nosotros, lo poco que seamos.

Nos recogimos David y yo y almacenamos
este paseo entre sonrisas y dientes de león, un gazapillo y
...el atardecer del día cuatro del cuatro de este año 
del Dragón de madera.

© GatoFénix



Los códigos del Sol








Parece que interesa.

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