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30 julio 2022

239 - Del amor y la guerra:el cartero, mi padre.


El país de color Rojo en el Cuento Arco Iris Pipol
© José María García Toledo
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Había cartas devueltas y sin respuesta.
A mi padre le pilló 
la Guerra Civil Española, de 1936,
recién licenciado de la mili.
Alguna vez, en muy pocas ocasiones,
me contó algo de "aquel infierno".
Como ya era Maestro Nacional, 
se incorporó a filas y,
ya mediada la contienda, 
lo destinaron a ser "el Cartero".
Para eso le sirvió su Título de Maestro.
Pocos había que supieran leer, y eso lo hacía valioso.
No sólo tenía que llevar las cartas al destinatario,
acompañando a las acémilas, que llevaban la comida
 a los combatientes de Primera Línea del Frente.
Debió tener un Ángel enorme porque pudo contarlo.
Ya era el tercero o el cuarto, porque "caían"
como chinches en el reparto del Correo.
A veces eran muertos por balas del Mauser
pero de lo que más temor tenían era
de los morteros.
Recuerdo que decía que eran muy traicioneros.
No podías cubrirte con nada, porque el obús
caía desde arriba y aunque estuviera en la trinchera,
o en un repecho comiendo o "descomiendo",
caía el obús del cielo; reventaba,
y todos los que hubiera, en un círculo,
quedaban muertos.
Voceaba el nombre del destinatario
y cuando estaba vivo decía: ¡Presente! o ¡Aquií!
Y "allí que iba mi padre" a llevarle la carta:
Carta de los padres, de la mujer o de la novia;
sorteando muertos o compañeros apoyados en la pared.
Al llegar a él, normalmente le pedían que se la leyera, 
y a veces quedaba con él para que le escribiera la respuesta.
Volvía con muchas cartas para devolver al remitente.
Al cierre de la jornada o al relevo,
leía y releía las cartas de amor, a los soldados,
que las aprendían de memoria 
y las apretujaban contra su pecho
llenos de ese calor que uno tiene, que sobrepasa
cuatro dedos de ropa, cuando recuerda a su amada.
Cosas del amor y la guerra,
que ya no se llevan.
La guerra sí, eso es muy actual, 
pero el amor mucho me temo que un móvil o celular
no tiene nada que ver con aquellas cartas,
escritas a mano, con pluma, de palillero;
plumillas de mojar en tinta, que, cuando llovía,
hasta las letras ilustraban el desastre
"llorando a chorros" las letras,
como si una bala las hubiera
herido de muerte
en el corazón mismo.
Cuando llevaban tiempo sin recibir noticias
se agarraban a la última recibida y cada noche,
como ahora, la recitaban palabra por palabra
a la espera de la vuelta a casa
llenos de amor y de esperanza.
Pero, también hubo guerra en retaguardia.
Ese capítulo me lo contó mi madre.
Pero ya es tarde, y tampoco es cosa
que interese a nadie.
Me quedo con el amor,
que es el Espíritu del mismo Dios Padre Madre.
De la guerra, han llegado a decir "muchas sandeces",
con la expresión que utilizaba mi madre.
La guerra es cosa de todo lo oscuro, 
y trata de poder, de dinero y
de eliminar al Ser humano
de mil maneras.
Quedaron muchas cartas devueltas
y muchas más sin responder.

© GatoFénix


Así era la insignia que llevaba mi padre en las solapas del uniforme.







Parece que interesa.

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