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22 abril 2022

213 - Preciosura de atardecer

 




Ya no sabía el tiempo que había pasado
desde la última vez.
Los recuerdos: Mueren como a dentelladas; porque faltan bocados
 y, en su lugar, en vez de vacíos, surgen confusiones
y hasta enturbian unos a otros.
La última vez de tantas cosas...
La *Piaggio de "los recaos"
El escúter práctico para las tareas diarias:
para comprar, ir a correos, ir al cajero, para mil cosas...
Casi se queda parada al subir la rampa del garaje.
Han comenzado a parpadear dos avisadores,
que nunca había visto. 
Dije para mis adentros: ¡Señor, una ayudita...!
Y después del guiño que hizo el motor...
siguió subiendo hasta llegar a la calle.
Había pasado tanto tiempo, 
y de tan mala manera, que ni yo estaba
para subir esta rampa de vida.
Pero una vez en la calle empecé a renacer.
Y vi las cosas, poco a poco, como tantas veces...lindas,
sobre estas dos ruedas.
Si he dicho que los ángeles tienen dos alas,
que a veces son enormes, a saber:
Amor y Humor.
Pues en la moto también son dos ruedas:
Tracción y dirección.
Hay una fuerza que nos empuja hacia el infinito,
que como está en todas partes,
necesitamos la rueda delantera para
elegir a qué pequeño infinito
queremos dirigirnos.
Esta tarde, cualquier lugar era bueno.
Después de tanto tiempo,
todas las sensaciones tendrían que despertar 
de este letargo.
Y así iba siendo, poco a poco;
kilómetro a kilómetro
empecé a notar la piel del asfalto,
luego, las curvas; y más allá,
el paisaje incomparable del atardecer manchego.
Llevaba el Sol a mis espaldas y veía,
en algunos tramos, una larga sombra sobre la carretera,
y que era yo mismo tumbado sobre el firme de la calzada
abriendo la ruta y poco a poco,
comenzando a sonreír.
Que yo lo sé;
 porque era como despertar de un sueño pesado.
¡Qué se yo!
La moto cada vez iba mejor, se notaba en el tacto;
en su incipiente alegría y soltura.
Era una marcha dulce y solitaria;
no había nadie por donde yo iba, hasta llegar
al Pantano de Peñarroya.
Todas las veces que llegas a un mismo lugar
se amontonan como las hojas de un libro.
Hojas transparentes, unas sobre otras que forman un cuerpo
tan sólido como pueden ser las sensaciones o los recuerdos.
No todos sobreviven al paso del tiempo.
Son sustituidos o tergiversados
y en el peor de los casos
olvidados.
Mueren como a dentelladas; porque les faltan bocados
 y, en su lugar, en vez de vacíos, surgen confusiones
y hasta se enturbian unos a otros.
El primer recuerdo me acaba de venir ahora.
Tenía dieciséis años y vine a la Solana,
a casa de mi amigo Domingo Alhambra (Que ya desencarnó)
y vinimos toda la noche andando como muchos romeros 
hasta este Pantano de Peñarroya.
Llegamos a las seis de la mañana, y estaba amaneciendo.
Nos pusimos a descansar en lo que fuera un pesebre,
justo donde les ponían el grano a las caballerías.
Recuerdo ese sueño profundo y breve, unas tres horas,
y el picor que teníamos, porque supongo, 
que se cebaron en nosotros todas las pulgas.
Luego, todo el día de la Romería: caminando, comiendo,
corriendo, jugando, intentando ligar con las chicas y al final 
cuando ya era hora de volver, sentí por primera vez en mi vida
lo que es el agotamiento.
Habíamos salido de ruta a las doce de la noche y llegamos 
a las seis de la mañana. 
Tres horas tumbados en el comedero de las mulas
y el resto sin parar hasta que llegaron las ocho de la tarde 
que nos volvimos en un coche.
Esta es la primera hoja de mi holograma.
Luego vinieron muchas, muchas, muchas...
pero ya no las puedo reproducir porque 
forman parte de esas mordeduras de los elementos
que llamamos "tiempo".
"Recuerdos que mueren como a dentelladas; porque faltan bocados
 y, en su lugar, en vez de vacíos, surgen confusiones
y hasta se enturbian unos a otros"
Y queda hoy, sobre todas las anteriores veces: 
hojas interiores del libro...
como la portada o pórtico del libro de mi tiempo.
Pero no se perderá esta tarde tan de abril de 2022, 
que el Sol  brilla,
 pero no tanto y casi diría que tiene "Cara de Agua".
Luce un dorado precioso, que casi resisten los ojos.
Y teniendo su luz a nuestras espaldas 
dota a las cosas y a los pajaritos,
de un relieve que parece que se puede ver su aura.
Todo es espléndido, desde los pajarillos en las ramas de un arbusto
hasta los árboles de varias clases y familias de verdes terrosos
hasta verdes dulces, verdes profundos, verdes carnoso,
verdes oliva, verdes pino o carrasca...así hasta 
el agua turquesa y hasta blanco brillante de la espuma
del salidero a presión de la Presa.
Todo era:
Una preciosura.
Y aquí tiene su ermita la Virgen de Peñarroya.
Un lugar mágico tal lejos de todo,
que ni siquiera veo que tenga cobertura mi celular.
Limpio

  





A la vuelta, con el Sol de frente, el viento viene frío.
Hay trece grados en mi marcador, pero vuelvo "nuevo"
con mi libro de hologramas bajo el brazo
y a la vez vacío, descargado y
hasta el dedo índice de mi mano izquierda (primera y segunda falange)
parece que hubieran desaparecido y en su lugar
 ha dejado dolor.
Dolor que ni siento hasta que pongo pie a tierra
de vuelta a casa. (Con minúscula. Y a la otra cuando Dios quiera)
© GatoFénix

*Piaggio 350 X-10


Parece que interesa.

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