Viajando sobre el alma de tu cuerpo,
las yemas de mis dedos se deslizan,
volviendo nuevamente a recorrerte.
Imágenes fugaces se aparecen,
perfumes que me llevan y entontecen
espacios y segundos en que me pierdo
fruncidos en ganchas otoñales.
cada suave rincón, más nos acerca
hasta que el mar y el viento
nos convierte un poco más
en agua y piedra, yedra
al fin,
llevándonos, livianos,
a esos momentos,
fragantes y oleosos,
fundidos en la madre tierra.
Andar en este viaje nuevamente
me aleja del bochorno de ser hombre.
Me acerca a ti, buscando ese refugio frágil
del dar amor y recibir contento,
ajeno a los ajenos, tan ajenos
a la verdad de la esencia
de las cosas.
(Cuando creemos que no queda nada,
la palabra persiste y recrea el amor
como hijos del Amor Divino que somos)