Las fotografías nos ponen alas en el alma.
nos despegamos en el tiempo como si no hubiera impedimento
y sentimos que todo en derredor nos acurruca...
y ese sentimientos, que es muy íntimo, nos arrebola...
y hasta respiramos más pausadamente, como si el corazón
latiera más lento y hasta se embelesara y casi...
durmiera a nuestro lado.
Vemos el tiempo como "el fuelle de un bandoneón".
Inspirando y espirando...bueno
casi "expirando" a veces, porque
parece que vislumbramos otra vida,
y que existe lejos de esta cuadrícula cúbica.
Fuera, en la calle, los ladridos del mismo perro,
que llegan por la ventana nos anuncian:
"que, por fin, sale a mear a una calle,
y que va a un parque...
Así lo dice a todos, y yo lo escucho y lo entiendo...
de alguna manera lo comprendo,
y él, cuando hemos coincidido en la calle...
me mira y también en sus ojos he visto
que me comprende.
Le resulto "un perro alto y desgarbado", pero
me tiene bien catalogado.
Y eso se nota: en cómo camina despacio,
desplazando la cola de un lado a otro, lentamente.
Y sentimos las alas batirse...pero no levantamos el vuelo.
Sin embargo, vivimos esta ensoñación,
que es la vida, como si todo no existiera, y, a veces
ponemos en duda que hubiera existido en algunos tramos...
Es en esos travesaños de la vía por el que rueda,
siempre resoplando,
una locomotora de vapor, que era y es,
el sonido del palpitar de un viaje.
Volamos pegados a un sillón, textualmente,
porque el calor y el sudor, a veces nos adhiere
los espaldares al respaldo.
Realmente volamos porque así lo sentimos día y noche.
En el día son los ojos del cuerpo repasando imágenes
donde ves cosas que no viste...
y te ves en pleno dolor y abandono,
sin comprender que hubiera sido cierto...
porque nos resulta incomprensible.
Dios teje tan sutilmente el traje, que nosotros necesitamos,
que... nos vemos dentro de algo, que siendo a la medida,
nos aprieta por muchas partes y no lo entendemos.
El verano es una etapa, en España, de mucho calor.
Es cuando las vacaciones, las bicicletas, las insolaciones,
los viajes (como si fueran imprescindibles)
y un desbarajuste, que, sin embargo, nos define
tal como nos hemos educado y hemos crecido.
Este 2024, no es un verano cualquiera,
y el cuerpo lo sabe.
Ha tenido una larga preparación silenciosa,
encajando acontecimientos que nos han hecho fuertes
para resistir "lo real" que es, eso que muchas veces
vivimos como la realidad; o en la que nos viven,
y nos aleja de esa Ruta sagrada,
que cada uno trae grabada en el alma;
Y es la que va aflorando día a día...
Y caminamos, poco a poco, más livianos,
y a la vez, más en otra parte, que no sabemos,
pero que intuimos que es lo que toca
para lo cual estamos siendo preparados...
(tal vez, cientos o miles de años...)
y eso, reconozco que muchas veces...
nos agobia.
Tal vez diría que se parece a estar...
"como pez fuera del agua".
© GatoFénix